De porque este humilde servidor cree que la humanidad aun puede salvarse

Entre los impulsos primarios que uno tiene, así de vez en cuando como quien no quiere la cosa, está el de comprar lápices. Y no me digan que no, porque yo creo que cualquier hombre que pase por una librería y se quede mirando un rato siempre tendrá ganas de comprar unos lápices, crayolas, colores, en fin no sé, yo se que a uno no le sobra la plata pero mientras abunde la nostalgia creo que se pueden seguir comprando lápices o crayolas o plumones fabercito.
Tengo un cofre donde guardo algunos recuerdos míos y de nadie más. Dentro de ese cofre hay un lápiz reducido a su mínima expresión que tiene un valor simbólico excepcionalmente mejor al de mis otros recuerdos: con ese lápiz ingrese a la universidad (entiéndase que es un lápiz HB marca Staedtler y que me sirvió para marcar las muchas respuesta que tuve que dar para poder estudiar ingeniería civil en la UNI) Justo es decir que me compré mas de un lápiz (me compraron mejor dicho y fueron como 5) y de todos esos sobrevivió ese lápiz masticado y verde, mudo pero útil testigo de mis pininos en ingeniería, el cual ahora, cual cansado guerreo o alegre pensionista (cada quien entiende las alegorías como le da la gana) descansa en el cofrecito de los recuerdos, que de vez en cuando abro para no olvidarme de donde vengo y hacia donde quiero ir. Ese cofre es útil no porque guarde lápices sino porque contiene cosas que nadie más entiende, entonces creo que si puede existir un rincón para la completa privacidad
Bueno nos nos salgamos del tema, el hecho de pasar por una librería me impulsa a comprar lápices, así que hace unos días compre una caja de lápices MONGOL, de los cuales uno estoy usando en este momento: el olor no ha cambiado nada (huelen rico esos lápices) así como el sabor, porque quien mastica un lápiz no es humano, para nada.
Imagínense entonces mi pena cuando mi lápiz se extravió, piense usted lector como podría reaccionar un maniaco depresivo ante la pérdida de su lápiz, como a quien se le pierde una extensión de sus sentimientos y expresiones, como a quien se le pierde la lengua o parte del cerebro. Lo busque pos todos lados, en la baño (uno es humano y hace crucigramas) alrededor de mi escritorio, en el suelo (uno es cochino y desordenado también) y en la ruma de papeles que guardo no se para que. Nada. Los lápices no tienen patas pero los ladrones si tienen manos así que concluí que se habían coludido entre varios facinerosos para robarme el lápiz. Lo más triste de todo es que uno no puede creer que la humanidad este tan mal hasta que se roban un lápiz, como que se roben las donaciones a la gente de Puno o a los damnificados de Ica, como que se roben un perro, como que se roben los impuestos, como que se roben medicinas o alimento.
Y mientras eso, yo pensaba que quien roba un lápiz debería estar entre la lista de la gente que va a ocupar parte del circulo más negro del infierno, el infierno debe tener un castigo mas lacerante para quienes roben lápices, el demonio debe tener miedo de los que roban lápices porque no tiene alma. En medio de mi ola de pena por al humanidad, se acerco un compañero de la oficina y me dijo: oye, dejaste tu lápiz en mi escritorio, con lo cual me lo devolvió, Mire el lápiz largo tiempo como el peruano oprimido y juraría que sentía que se estaba riendo. Lo cogí, trace un par de líneas con él y luego, satisfecho, pensé que la humanidad todavía tiene salvación