Quisiera no tener la certeza de que moriré de cáncer, pero no es así. Quisiera ser fuerte para admitir que aunque me quedan muchos años de vida, eventualmente caeré en las garras de la muerte y pasaré a formar parte de tus recuerdos, de los recuerdos en general, envuelto en el cansancio de las quimioterapias, la pesadez de las radioterapias, el dolor ultimo de la vida que se extingue. Quisiera no tener que escribirte cartas tristes, no darte malas noticias, no corregirte para no tener que sufrir con cada corrección que te doy, solo darte bonitos recuerdos, parques , caminatas, cines, cometas, bicicleteadas interminables y libros en tu cama.
Yo soy un pesado y un renegón, no tienes idea de cuánto (de hecho sabes que soy así, pero no tienes idea de cuánto). Y a sabiendas que moriré cansado, lleno de químicos, quisiera aprovechar todo instante compartido para decirte lo que no debiera decirte con palabras, pero quizás al esforzarme un poco, quien sabe mediante cartas como esta, te pueda enseñar un poquito más de que está lleno mi corazón. Que si raspas muy al fondo (como con la comida quemada al fondo de la olla) tal vez rasques un poco de cariño pegoteado, un sabor agridulce de ternura. Tal vez sepa rarísimo, pero es mía, y es para ti
Y así como hoy veo miles de oraciones y estampitas regadas por todo lugar, con una fe renovada, yo quisiera agregar, por ti, una línea en mis oraciones diarias, y quisiera que la compartas conmigo, solo unos segundos antes de que empiece a llorar nuevamente, “y que tu corazón no se canse de llevarme como recuerdo, que tu alma sea tan libre como para decidir amarme y que si alguna risa te di, que haya sido tan honesta como para devolvérmela”
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