No sé, yo no lloré el día de tu funeral. Recuerdo que incluso no estaba triste como se supone que uno debería estar: devastado, incluso destruido hecho mierda en el suelo. Pero no fue así. Asumí el golpe. ¿Eso me lo enseñaste tú? ¿Fue parte de tu entrenamiento de vida? Recuerdo haber sido un niño llorón y no sé si eso influyó en que tú me enseñaras a cómo encarar la vida en la forma en que tú lo hiciste, considerando todos los golpes que tú llevabas a cuestas. Siento que fuiste feliz pero que no tuviste todo el tiempo de cubrir tu infelicidad con la felicidad que ya estabas viviendo (que espero que haya sido así). Como que en el balance global la infelicidad ganó. O no sé, nunca fui tan viejo ni tan maduro para tener una conversación así contigo y eso es triste, por un lado, porque por el otro lado siempre te recuerdo como niño y tal vez ese es un mejor recuerdo, menos realista y más edulcorado y por ende menos doloroso. Lucha tras lucha, golpe tras golpe. Me veo un poco retratado en ti, aunque no haya comparación. Recuerdo claramente esa historia de las presas de pollo y cómo mi papá no sabía nada de eso. ¿Fue una parte de tu alma que decidiste solo develármela a mí? Porque yo soy tú, con todos mis errores y victorias, al final tú sabías que yo era tú y me enseñaste lo que tú sabías y considerabas importante. Sin recursos, pero con muchas ganas y a veces con mucha mala suerte también. No sé si fui el hijo que querías, pero estoy seguro de que fui el hijo que quisiste. Y eso ya no me puede dar tristeza sino alegría, aunque también tristeza. Vamos, es difícil desenredarlo.
Ángel te hizo un espacio en tu corazón, te hubiera gustado conocerla. También te hizo un espacio en la casa y en todas las cosas, lo hizo porque sabe que es importante para mí (aunque yo no se lo haya dicho), y entonces no solo lo sintió, sino que hizo de cada espacio un espacio para ti, pequeños rincones invadidos por tu recuerdo. Fotos que me mantienen a veces triste, a veces esperanzado y que me transportan a mi niñez pasada. Qué extraña esa época en que uno piensa que todo es presente y de repente todo pasa y aquí estamos. Y a veces solo queda suspirar por lo que se fue sin saber. Creo que Ángel aprendió a quererte sobre la base de los retazos de mis recuerdos. Como un gran mosaico de cosas, que a veces no representan su totalidad, pero ahí están y te dan una idea de una forma final. Ni siquiera tengo yo la idea de esa forma final, solo la siento, y ella la siente a su manera.
Pero sucede que a veces te recuerdo, no a veces sino con frecuencia y en esos momentos si me pongo triste y hasta a veces tengo ganas de llorar. Y creo que eso no es actuado ni forzado, sino que son los sentimientos que luego de estar un poquito guardados afloran. Creo que es eso. Como sea, te extraño, cuántas cosas te quisiera contar, aunque de repente ya te las sabes, en lo que sucede luego de la muerte nadie tiene la palabra final, así que no sé, hay esperanza de que realmente me estés viendo y sonriendo. No te diré que te recuerdo, así como impregnada en mí, pero es imposible no verte en los pequeños detalles de mi vida. Entonces a veces no sé muy bien si estar triste o feliz. De repente las dos cosas. De repente eso no es tan importante. De repente. Ojalá algún día lo averigüemos y veamos este momento como eso, un soplo. Y suspiremos, pero esta vez riéndonos
Bueno, y compré las banderitas mejoradas, mamá, y un mapa. Y en esa actividad, con tu nieto, te vamos a recordar. Yo aún, en esos momentos en que uno suspira y recuerda el presente-pasado, me recuerdo sentado en esa silla de tiras rojas, aprendiendo que existía un país llamado Uganda con una bandera muy bonita. Y sé que suspiraré haciendo ahora tu trabajo, y algún día alguien se sentirá triste por eso y también me buscará en recuerdos pasados, confusos, mezclados. Y tal vez allí, tu nieto, me encuentre junto a ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario