domingo, marzo 14, 2010

Color me sad

O era una chica triste. Todas las personas que la conocían no podían entender esa extraña sensación que en ellos dejaba: tristeza, melancolía, depresión. Y aunque no era intención de O entristecer a nadie, era innegable que su presencia coloreaba de gris el día de cualquiera. A veces la veía sentada en las bancas de la universidades mirando a la nada, mientras la gente pasaba, charlaba, se reía, O solo estaba sentada allí, con las manos sobre el regazo, divagando. Claro que yo no me había percatado de eso jamás, bueno no me percate hasta el día que la invite a salir (O era una chica triste pero no fea) y ella dijo que ya, creo que por inercia, o para sentirse triste en otro lugar. Fuimos al cine y O no dijo nada durante la película, tampoco dijo nada cuando fuimos a comer, y menos dijo nada cuando la bese, yo supuse que era tímida y no note nada extraño. Así empecé a salir con O, la cual, aunque muchos decían que no, si tenía una sonrisa, pequeña, pero sonrisa al fin. Poco a poco y mientas no conocíamos mas empecé a entender a O, ella simplemente era una persona gris. Al principio creí que las privaciones que tuvo en su niñez (sus padres eran pobres, demasiado pobres) la acostumbraron lentamente a resignarse a su destino, a lo que venga, que siempre es malo. Así que O jamás había tenido muy bonitas navidades y menos bonitos cumpleaños, tampoco tenía una buena relación con su familia ni amigos cercanos. Sin embargo fue una cosa la que me hizo dar cuenta de que era exactamente lo que a ella la entristecía. Estando una vez en el hotel al que íbamos, O entro al baño. Me preocupe cuando una hora después aún no salía, así que decidí ver que pasaba. La puerta estaba abierta, así que entré, y vi algo que jamás me ha dejado e dar vueltas en la cabeza: O estaba desnuda en medio del baño, el cual había pintado completamente haciéndolo parecer un bosque rojo (había pintado todo con el colorete de su cartera). Cuando me vio entrar esbozó la sonrisa mas grande que nunca jama le vi a una persona y casi me grito: ¿No es hermoso? Yo, que jamás la había visto así, le dije: es realmente lindo. O vino corriendo hacia mí, me beso como jamás me había besado antes y se aferró a mí como desquiciada, mientras reía, saltaba, me acariciaba. Al día siguiente le compre una caja de colores y un sketch book, ella no paro de reír en todo el día mientras lo coloreaba. Al día siguiente tuve que comprar otro y luego otro y luego le di hojas recicladas, porque yo plata no tenia. O pinto cada una de las hojas y por fin, luego de mucho tiempo, me conto la verdad de su vida, me conto que ella jamás había querido estudiar en la universidad, que ella quería pintar, simple como eso, que eso la hacía feliz y que sus papas, temiendo que una hija suya herede su pobreza, prácticamente la habían obligado a estudiar números, eso la había sumido en la tristeza más espesa y desde ese momento, se sentía vacía, miserable, infeliz. Todo eso me lo dijo mientras pintaba en mi brazo un erizo, y luego quiso pintar mi polo (se habían acabado las malditas hojas recicladas y estaba descontrolada pintando todo a su paso)
Creo que a partir de ese día O fue feliz, pero algo paso. Dado que ahora siempre pintaba (porque yo siempre le compraba colores) tenía malas notas pésimas. Sus papas descubrieron eso y la obligaron a estudiar y a dejarme (ellos creían que todo era mi culpa) Así que los siguientes años la vi pocas veces, siempre en la universidad y siempre triste, aunque de vez en cuando cuando coincidíamos, me lanzaba una mirada cómplice como dos presos que saben que van a fugarse. Al terminar la universidad O no pudo escapar al destino que le habían trazado sus papa, en busca de olvidar la pobreza, así que O tuvo que conseguir trabajo, cosa que creo la puso peor y finalmente viajo a una provincia olvidada, lejana, en donde, según me dijeron después, trabajaba como ingeniero en una mina remota. No supe de ella en mucho tiempo y me consolaba en la idea de que no era infeliz, porque todo el interior del país es muy colorido.
La vez pasada entre a una tienda CRAYOLA, de esas que han puesto en Lima. Entre por curiosidad y ahí la encontré, vestida con traje sastre y muy arreglada, con un blackberry y una cartera muy fina. Estaba sentada en la mesa de los niños que la miraban un poco perturbados al no entender como esa señora podía llorar mientras pintaba todas esas hojas, riéndose

5 comentarios:

ArT dijo...

Te rayaste con este cuento. Demasiado loco, exagerado diria yo.

Y me ha gustao mucho.

Anónimo dijo...

Que buena historia, realmente estar obligado a hacer lo que no te gusta te puede hacer la vida miserable.

chica diez dijo...

puchis pobre chica (y que rico que huelen las crayolas no?)

Maria Pia dijo...

qué terribe. Pobre loca.. como ella, muchas

Nelson dijo...

Estoy seguro de que le salieron algunos pelillos cuando terminó este relato.