Te extrañé.

Hoy día te extrañe, mientras viajaba en mi asiento de cuero y el aire acondicionado en posición “temperatura = cero absoluto” y no en el asiento de dulopillo o de plástico duro y con tu termostato natural colocado en posición “sancóchate miserable”
Como añore subirme a la carrera en ti y deleitarme en la mixtura de olores que contienes, a pezuña, a axila, a marisco, a guardado y hasta a perfume de trabajadora de chongo. Extrañe que se me acercaran, amenazantes, a reclamar el costo del pasaje, un sol veinte señor, siempre pago un sol toma y no jodas. Verlos mascullar algo en algún idioma ininteligible es algo que recuerdo con duro pesar.
Te extrañé mientras no escucha a ningún locutor de radio a decir categóricamente superior ¡ay que rico!, a cambio puse radio la Ñ o si quiero ser repetitivo poner Studio 92 que sigue poniendo “You are beautiful” como si nada, en la repetición esta en el gusto dicen, entonces escuchando Studio 92 llegarás al orgasmo supongo (y en la tarde los ex ttt, que ahora si, por fin, son tres tristes tontos, a la firme)
Te extrañé mientras miles de personas no se apiñaban en torno mío, cual masivo perreo sin música, mientras a pesar de mi bañada matutina diaria, me eran impregnadas aquellas suaves esencias, ¡oh que delicia!, que son los disímiles y siempre jugosos sobacos de los demás.
Te extrañé mientras nadie me pisaba mi zapato lustrado 100 veces y sabe EL de donde sacaban tierra para ensuciarlo. Te extrañé a no encontrar en mi auto esa esencia que perdurará en mi hasta el día de mi muerte, olor a limpieza con gasolina y kerosene que deja los pisos metálicos brillositos y resbalositos, cual cera Emperatriz, pero versión automotriz.
Te extrañé mientras no tenia que cederle el asiento a señoras y señores dignos de sentarse en un cajón y gritar a todo pulmón “¡Te amo Peru!”, por las voluminosas figuras que ostentan, no tener que ver a embarazadas, ancianas, ancianos, madres con niños en brazos y hasta minusválidos parados, mientras mozalbetes de todas las edades, con sus audífonos cual arma mutante que te desconecta del mundo y con los ojos cerrados, no se levantan a cederles nada, y repiten extasiados el estribillo de su canción “hasta que choque el hueso”
Te extrañe mientras aun en luz verde el carro no avanza, porque en ciertos paraderos siguen la normas de transito de Kajastan, que indica que se debe parar con luz verde y avanzar con luz rojo, me da hasta gusto saber que los chóferes leen hasta diferentes manuales de transito de diversas culturas y distintas realidades, todo en aras de su desarrollo profesional y en mejoría de las sanas practicas del manejo defensivo

Pero lo más importante, lo que mas me duele, me acongoja, me persigue cual estigma maldito de insufrible magnitud, es saber que ya pocas veces nos veremos.

Adiós combi de mi vida, nos volveremos a ver de todos modos, porque al rico Rimac ni loco voy manejando…